MIEDOS/CONSPIRACIONES: CHEMTRAILS

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Los hermanos Wright1) no alcanzarían a imaginar que, años después de conseguir hacer volar el primer avión de la historia, alguien pudiera utilizar su invención (que provocó un progreso incalculable en el transporte y los viajes a largas distancias), como supuesto “causante” de una supuesta manipulación del planeta.

Nótese la tercera estela, más retrasada entre las otras dos, fruto de la condensación provocada por el estabilizador vertical.

La descripción de los “chemtrails” se remonta a 1997, aunque el vocablo en inglés (contracción de “chemical”(químicos) y “trails” (estelas) se usó por primera vez en 1999. Según esta conspiranoia, las estelas de condensación que producen los aviones serían en realidad lanzamientos de productos químicos por parte de alguien con alguna finalidad negativa para el mundo.

El fenómeno de las estelas de condensación está suficientemente documentado para no extendernos aquí (les remitimos, p.ej., a un artículo al respecto en El RetroMirador2)) Es un acontecimiento de lo más normal, donde intervienen la presión, la temperatura, la humedad o la velocidad del avión (como podemos ver frecuentemente en las carreras de Fórmula 1)

Aquellos que, como explicábamos en la sección anterior, asocian las estelas a algo nocivo y fruto de una conspiración a nivel global (ahora englobada en otro término, la “geoingeniería”), no son capaces de ponerse de acuerdo ni en los motivos, ni las causas, ni en los efectos. Lógica consecuencia de una teoría sin fundamentos. Desde los gobiernos a las grandes empresas, desde las sequías hasta las inundaciones… nada escapa a esta absurda teoría. Como argumentos, alegan desde olores a los “extraños” caminos de las estelas (por desconocimiento básico del modus operandi de la aviación comercial) Otros asocian las estelas a varios síntomas de enfermedades (o a cualquier síntoma)

¿Nos fumigan Sancho?

Para “combatir” las estelas, abogan por el uso de “orgonita”3)(otro disparate, este nacido en los años 30) o de espray confeccionado con vinagre, entre otros. El ridículo y el desvarío argumental no puede ser mayor. Por desgracia, son muchos los que dedican su tiempo y recursos en “investigar” las estelas, y en convencer a los demás de su delirio, llegando a irrumpir por las buenas en hospitales para explicar su conspiranoia, perjudicando indirectamente la salud de los que allí se recuperan.

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